Nido
¿Qué entendemos por eficiencia energética?

Cuando hablamos de eficiencia energética en primera instancia nos referimos a la reducción en la cantidad de energía que utilizamos, energías como combustibles y/o energía eléctrica, sin comprometer nuestro bienestar, el confort ni nuestra accesibilidad a bienes y servicios.
Pero, generalmente esta se ve asociada a recursos tecnológicos, incrementación en el rendimiento de artefactos y/o materiales, energías renovables, como paneles solares, energía eólica, etc. Tecnologías de alto estándar que requieren de un gasto económico considerable y que quizás no alcancemos a ver su retorno hasta los 10 años de uso. Esta forma de asociación implica cierto rechazo en las personas, donde su implementación se ve estrictamente segmentada a un tipo de bien de “elite”, que es solo para personas con un alto poder adquisitivo. Pero no necesariamente tiene que ser así, al contrario, como bien dice el concepto, hablamos de ser eficientes respecto a la energía que consumimos, lo que conduce a la forma de ocupar nuestros recursos de la mejor manera para que sean lo más óptimos posible.
Desde esta perspectiva busco acercar el concepto, dar a conocer las alternativas para establecerlo como algo más asequible y habitual. Una práctica que es muy beneficiosa para su usuario, independiente de la incidencia medio ambiental que provoque, la cual, si es algo masivo, podría llegar a ser muy beneficioso a la vez para todos.
La eficiencia energética apunta principalmente a la optimización de recursos. En la arquitectura específicamente busca adquirir espacios de confort y bienestar con el menor consumo energético posible.
¿Y cómo podríamos definir un espacio de confort? Básicamente una persona se encuentra confortable cuando puede observar y sentir un fenómeno sin preocupación o incomodidad. Y pongamos este ejemplo: Estamos situados en la cima de una montaña, corre un viento muy fuerte y tenemos una temperatura mínima de -10°. Buscando confort y comodidad en una casa ¿Qué tanta exposición al viento buscas? ¿Con que te sentirías más seguro, con el viento sobre una ventana o sobre un muro de piedra? ¿Te gustaría sentir el sol durante el día? ¿Si nieva más de lo normal te gustaría que la nieve avance por el techo y discurra o empiece a acumularse? ¿Te gustaría tener un ventanal gigante o unas ventanas un poco más pequeñas? Temáticas tan evidentes para climas extremos nos pueden dar esa pista de cómo podemos diseñar en base a lo que existe, a la naturaleza.

La naturaleza es la primera en definir el espacio en que queremos vivir, la circulación del agua, la predominancia de sus vientos, la orientación solar, la humedad, la temperatura, etc. son los factores que nos hacen determinar la forma y la materialidad de una casa. Si en primera instancia optamos por una alternativa que no sea acorde en su forma natural, inmediatamente se requiere de un gasto energético extra, lo que implicaría a la vez un gasto en la construcción o a lo largo del ciclo de vida de un proyecto. Y ese gasto puede traducirse tanto a nivel ecológico, como incremento de la huella de carbono, a nivel económico del usuario y además a nivel sicológico.
Y me detengo en lo sicológico, ya que son factores que normalmente no los vemos tan ligados cuando hablamos de arquitectura. Los factores físicos tangibles como la temperatura, la humedad, etc. Son aquellos que podemos medir para definir un estado de confort en una casa, sin embargo, si consideramos un mal diseño funcional o en discordancia con la naturaleza implica un desgaste psicológico que nos desvincula con nuestro hábitat. Un ejemplo muy común son las goteras, y me detengo específicamente a la moda de los techos planos. En Santiago tener techo plano es totalmente factible por la cantidad de lluvia que significa, pero si estás en Puerto Varas no quieres una acumulación de agua en tu cabeza, por lo que preferentemente lo diseñas con pendiente para que el agua escurra y siga su curso lo mas cercano a lo natural. Sin embargo, hay muchas casas que aun optan por este tipo de diseño. ¿Y qué pasa? Normalmente se llueven. Está llegando el invierno y pronuncian una lluvia ¿Seguirá funcionando la última reparación que hice? Sólo cuestionarnos el correcto funcionamiento de una casa frente a una condición climática te puede generar estrés y preocupación, cosas que no buscas en el lugar donde vives. Al contrario, tu casa es tu guarida, tu lugar de cobijo, de protección y de salud.
Otro ejemplo muy común es el exceso de calor. En etapa de diseño es muy lindo pensar en la puesta de sol en Santiago por ejemplo, por lo que proyectemos grandes ventanales para contemplarlo. La fachada abierta al poniente en verano puede tornar un espacio insoportable de vivir, donde el exceso de temperatura no te permite disfrutar de los espacios de tu casa, al contrario, andas buscando lugares con sombra y/o tienes que optar por un sistema de acondicionamiento que implica un gasto excesivo en enfriar los espacios. Ya no estás disfrutando de esa puesta de sol que querías contemplar, si no que tratas de tapar las ventanas para esconderte del mismo. Entonces ¿estás disfrutando tu casa? ¿puedes ocupar tus espacios de la manera que pensabas? La intranquilidad frente a condiciones climáticas alteran nuestro bienestar ,nos afecta de manera incidente en nuestra salud y calidad de vida.
La correcta arquitectura y el diseño pasivo es la base para la optimización de recursos a lo largo del ciclo de vida de un proyecto. Si nos orientamos en base a lo existente, al clima, a la morfología, nuestra casa va a ser parte del ciclo y su forma ecológica evitando una sobre-exigencia material, estructural y económica. Sentando las bases de una eficiencia energética.